jesús llamando a la gente perros, y el silencio de dios

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No sé si han tenido la oportunidad de experimentar un eclipse solar, pero cuando sucede especialmente en el eclipse total, todo se oscurece. Los grillos comienzan a tocar, los gallos, los perros se ponen nerviosos, toda la naturaleza responde, es increíble. Ahora que vamos a tener el eclipse solar, podemos preguntarnos ¿Qué dice la biblia sobre la Creación? ¿Es que Dios creó el mundo literalmente en siete días? ¿Siete días? La Iglesia nos advierte de tomar una interpretación demasiado literal de la Biblia. Después de todo, si no existía el sol, si no existía la tierra, no existían los días. Entonces, en esta ocasión, tal vez la palabra día se utiliza más en sentido figurativo para hablar de estaciones, temporadas, incluso tiempos de evolución. Hay otros pasajes que se inclinan más a una interpretación literal, como cuando Jesús expresa el misterio de su cuerpo y de su sangre y, al hacerlo, pierde casi todos sus discípulos.

Las Sagradas Escrituras tiene una riqueza de sentidos para expresar misterios más profundos.

   Sentido literal, ¿qué sentido tienen las mismas palabras?

   Sentido alegórico, ¿qué sentido más profundo está ‘oculto’ en el texto?

   Sentido moral, ¿cómo afecta mi vida?

   Sentido anagógico, ¿qué nos dice sobre el fin y sentido de nuestra vida?

 

Texto sin Contexto es Pretexto

Bueno, en el evangelio de hoy Jesús dice unas palabras que parecen muy duras, ¡le está llamando perros a una mujer no judía! Es necesario entender el contexto histórico para ver qué es lo que Jesús quiere expresar.

Jesús acaba de multiplicar los panes y está enseñando en parábolas, explicándolas. Se retira a la región de Tiro y Sidón, cruza el distrito. Jesús ya no está en casa; ahora está en el extranjero. Se le acerca una mujer cananea y le pide un milagro. Ahora, en aquellos tiempos,  los Gentiles, todos los no-judíos eran considerados impuros. No necesariamente despreciables ni odiados, pero impuros, porque no habían sido escogidos por Yahveh como lo habían sido el pueblo judío. Comienza la mujer con su petición: ¡Señor ten piedad! ¡Señor, concédeme este milagro! Y llama la atención que Jesús no le dice ni una sola palabra; parece ignorarla. Jesús se queda callado. Meditando en este pasaje, san Agustín decía que más que un sentido literal, este pasaje tiene un fuerte sentido espiritual.

¿Cuántas veces no pasa en tu vida y en mi vida que nosotros rezamos a Dios por algo que nosotros creemos que necesitamos, con fuerza y convicción y parece que no nos escucha? O peor aún, que se queda callado y no nos responde.

El santo decía que lo que Jesús estaba buscando hacer con esta mujer era provocar su fe, estimular su corazón para que, por medio de la insistencia y perseverancia, crezca. Esta insistencia es necesaria para que seamos capaces recibir aquello que estamos pidiendo, si conviene para nuestra salvación.

La respuesta de Jesús es desconcertante: «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas a la casa de Israel». La mujer, de nuevo «No es justo tomar la comida de los niños y dársela a los perros.» ¡Qué frase tan dura!

 

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Jean Germain Drouais, Cristo y la mujer cananea, Louvre, 1784

Salvación por el pueblo judío

Pero volvemos a la misma frase, ¿Cómo es que Jesús les llama perros a los extranjeros? Para entender esto debemos volver al contexto. Hay que recordar que Jesús era un hombre judío con una cosmovisión judía, con una manera de pensar judía, con un vocabulario judío. Y los judíos en aquellos tiempos llamaban «perros» a quienes no compartían de sus creencias, a los gentiles. Pero algo que llama la atención es que no utiliza lo la palabra común de «perro» sino una palabra en griego que se traduce mejor como «mascotas del hogar» (o «perrito»). Entonces, como usa Jesús el término, no es despreciable, no se refiere al perro callejero que no se deja entrar a la casa, sino a aquellos que tienen amos que cuidan de ellos y forman parte de un hogar, aunque no plenamente. Vemos cómo Jesús presenta cierta familiaridad, tal vez para seguir provocando diálogo e insistencia. Ante la gran respuesta de la mujer que «los perritos también comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos,» Jesús no sólo se deja ganar en la negociación sino que reconoce la grandeza que ya ha alcanzado su fe.

Dinámicas de la gracia

Bueno, si la salvación vino a nosotros por medio del pueblo judío, por medio de un hombre judío, así es entonces como actúa la gracia. La gracia en nuestras vidas en muy pocos momentos será dada de golpe, como San Pablo que se cae en el camino. En pocos momentos de nuestra vida Dios se comunica de manera tan evidente. Amando nuestra libertad, la gran mayoría de veces utiliza instrumentos, situaciones, personas. Tal vez nos llama la atención cómo vive esa persona su fe, o nos edifica la alegría que cierta persona mantiene en medio de tantos sufrimientos; tal vez inspira la capacidad de compasión que vemos en alguien, su convicción, su sentido de paz. ¿No son estos momentos de gracia, Dios comunicándose?

¿Quieres incrementar tu fe? Compártela. ¿Quieres experimentar el amor de Dios? Comparte tu fe con tus hijos, con tu esposo, tu esposa, tus colegas. ¿Quieres darte cuenta de la misericordia profunda del padre celestial? Compártela con tus colegas.

El cristianismo es un mensaje vivido, encarnado. Compartir nuestra fe no comienza con una serie de decretos y dogmas, queriendo inducir magisterialmente en el camino de la verdad a quienes nos rodean. Comienza, más bien, con una historia personal, como el apóstol Andrés que llevó a si hermano, Pedro, a Jesús. Déjame mostrarte a quién encontré. Quiero compartirte lo que el mensaje de Jesús de Nazaret ha hecho en mi vida. Déjame enseñarte cómo la misericordia del Padre me ha transformado.

San Ignacio nos recomienda no irnos a dormir, ni un solo día, sin examinar y reconocer la presencia que Dios tuvo en nuestras vidas ese día. ¿Cómo te habló? ¿A quién le das gracias? ¿Qué te dio paz? ¿Qué te quitó la paz? Sólo en el reconocer la gracia de Dios día tras día la vamos experimentando, la vamos haciendo presente. El regalo de la fe no es para que sea acumulada, ahorrada. Si no compartimos nuestra fe, ya se está pudriendo. Si no compartimos esa gracia, la alegría del evangelio de Cristo, ya se está echando a perder. El espíritu tiene que fluir, fluir de las iglesias a nuestra cotidianidad: tu lugar de trabajo, tu vida familiar, para que nosotros seamos ese evangelio latiendo y viviendo de Cristo.

Pidámosle a María que nos enseñe a perseverar en nuestra oración, que nos enseñe a compartir nuestra fe pero y que sobretodo nos dé la sabiduría para encarnarla cada día más en nuestras vidas. Sagrado corazón de Jesús.

 

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