La Luz que nos GuĆa: Sobre el Deseo Divino y la Vocación
A lo largo del aƱo litĆŗrgico, la luz emerge como un tema poderoso, particularmente en dos momentos significativos: la Vigilia Pascual, que celebra la resurrección de Cristo donde la vida vence a la muerte y la luz supera la oscuridad, y la Fiesta de la EpifanĆa, que marca el cumplimiento de una antigua profecĆa sobre una luz guĆa.
Este concepto de Dios como luz estĆ” profundamente arraigado en nuestra tradición. Cada semana proclamamos en el Credo: Ā«Dios de Dios, luz de luzĀ». Los antiguos filósofos griegos veĆan la luz como una metĆ”fora del ser mismo, de la existencia. Piensa en una habitación completamente oscura donde nada parece existir hasta que la luz lo revela. Ni siquiera podemos vernos a nosotros mismos sin luz. Esta luz del ser proviene de Dios, quien es el Ser mismo.
AsĆ como las estrellas han guiado a los buscadores a lo largo de la historia, nuestros propios corazones son atraĆdos hacia arriba por la luz divina. La palabra Ā«deseoĀ» misma viene de la palabra latina para estrella: un hermoso recordatorio de que nuestros anhelos mĆ”s profundos nos seƱalan hacia el cielo.
PermĆtanme compartir una historia personal sobre cómo descubrĆ el deseo de Dios por mĆ. En la preparatoria, me invitaron a una quinceaƱera: la celebración de una chica que me gustaba. Durante meses, anticipĆ© este evento: el lugar perfecto, la mĆŗsica, el clima, todo bajo la luz de las estrellas. Incluso elegĆ mi corbata con meses de anticipación, contando los dĆas con mis amigos.
La velada siguió los protocolos tradicionales: el baile de padre e hija, luego el baile de presentación. Cuando llegó mi turno de bailar con ella, sentĆa la emoción y alegrĆa. Sin embargo, despuĆ©s de que la emoción inicial se desvaneció, me encontrĆ© de pie con amigos, experimentando un vacĆo inesperado. Todo pareció desvanecerse a blanco y negro: la misma gente, bailando las mismas canciones, teniendo las mismas conversaciones, sosteniendo sus mismos vasos rojos desechables. «¿Esto es todo?Ā», me preguntĆ©. «¿Era esto en lo que habĆa invertido tanta anticipación?Ā»
Esa sutil insatisfacción, ahora reconozco, era mi deseo por Dios surgiendo en respuesta a Su deseo por mĆ. Nuestro anhelo de plenitud, belleza duradera y amor incondicional es simplemente un reflejo del deseo infinito de Dios por nosotros, un deseo que probamos tangiblemente en la liturgia dominical a travĆ©s de la comunión.
Esta hambre espiritual creció mĆ”s fuerte durante mis aƱos preparatoria y universidad, acompaƱada de curiosidad intelectual. Leer las pruebas lógicas de TomĆ”s de Aquino sobre la existencia de Dios abrió nuevos horizontes de comprensión. Su argumento de que todo lo que tiene un principio debe tener una causa, llevando Ćŗltimamente a Dios, me mostró cómo la fe y la razón sĆ pueden estar en armonĆa.
DescubrĆ a los mĆsticos, cuyos encuentros con el amor divino fueron tan profundos que solo podĆan expresarlos a travĆ©s de la poesĆa, el arte o manifestaciones fĆsicas visibles. Los escritos de G.K. Chesterton me cautivaron particularmente. Hablaba de la fe con asombro infantil, como se evidencia en esta reflexión:
Debido a que los niƱos tienen vitalidad abundante, porque son en espĆritu feroces y libres, por eso quieren que las cosas se repitan y permanezcan sin cambios. Siempre dicen: ‘Ā”Hazlo otra vez!’. Y la persona adulta lo hace otra vez hasta que estĆ” casi muerta. Porque los adultos no son lo suficientemente fuertes para exaltar en la monotonĆa, pero quizĆ”s Dios es lo suficientemente fuerte para exaltar en la monotonĆa. Es posible que Dios diga cada maƱana ‘Ā”Hazlo otra vez!’ al sol y cada noche ‘Ā”Hazlo otra vez!’ a la luna.
Este creciente deseo de profundidad se reveló en cada logro: graduaciones, ofertas de trabajo, promociones. Cada hito trajo la misma pregunta: «¿Esto es todo?» Este descontento divino sirve como una brújula, señalÔndonos hacia nuestra verdadera plenitud en Dios.
Al celebrar la Semana de las Vocaciones, recordamos que todos tenemos un llamado, ya sea al sacerdocio, la vida religiosa, el matrimonio o la frecuentemente pasada por alto vida de soltero. JesĆŗs mismo y muchos santos que transformaron el mundo vivieron vidas solteras dedicadas a Dios. A veces, Dios espera para cumplir nuestros buenos deseos hasta que hayamos desarrollado la capacidad de recibirlos plenamente.
La mayor aventura no se encuentra en ningĆŗn estado de vida particular, sino en seguir a Cristo de todo corazón, dondequiera que Ćl nos guĆe. Ya sea que nos llame a tierras lejanas o nos mantenga cerca de casa, la satisfacción Ćŗltima estĆ” en responder al deseo de Dios por nosotros: verlo cara a cara con corazones puros.
¿Qué deseas? ¿Qué desea realmente tu corazón?
Oremos por las vocaciones en nuestra comunidad y familias, y por la gracia de vivir nuestro propio llamado con amor, valentĆa y alegrĆa
This post is also available in: InglƩs