aƱorar una patria mejor

San Pablo se dirige en su carta a los hebreos a una comunidad compuesta mayoritariamente por judĆ­os conversos al cristianismo que vive rodeada por la cultura helĆ©nica. Esa civilización griega, renombrada por sus filósofos, artistas y mĆ©dicos, era, asimismo, prestigiosa por su innovación y usos polĆ­ticos; reputada por su sofisticación e inteligencia. ExistĆ­a en esta comunidad una inquietud ante aquella cultura: ĀæCómo vivir, siendo minorĆ­a los cristianos, flanqueados por una cultura tan invasiva? ĀæDe quĆ© manera podemos vivir estando continuamente defendiendo nuestra fe? Estas reflexiones resultan muy similares a las que nosotros mismos podremos tener hoy en dĆ­a ante nuestras circunstancias. Nosotros tambiĆ©n meditamos en torno a la manera de convivir con la cultura que nos rodea.  San Pablo nos habla de cómo los cristianos somos Ā«extranjeros y peregrinos en la tierraĀ» (Heb 11, 13) al buscar nuestro lugar en el mundo; habla de cómo sufrimos de cierta aƱoranza por Ā«una patria mejorĀ» (Heb 11, 16), sintiĆ©ndonos extranjeros en esta que habitamos.
ĀæCuĆ”ntos casos no hay entre nosotros de personas que no viven en su patria? ĀæCuĆ”ntas veces sucede que empezamos a extraƱar, a sentir melancolĆ­a por nuestra tierra, por nuestra sangre, por la comida de nuestro paĆ­s? Esas tortitas ahogadas de Guadalajara, las birrias del pueblo, el acento de mi gente…Y comienza nuestra aƱoranza de ciudadanos alejados de su Tierra. De eso habla justamente San Pablo. Todos somos ciudadanos de una patria celestial y anhelamos el retorno a esa, nuestra tierra.
Jesus nos dice en el evangelio que el Padre nos «ha dado el Reino» (Lc 12, 32), esa patria, ese anhelo que tiene nuestro corazón, ese destino final al que nuestro espíritu ansía regresar. Podríamos preguntarnos, igual que se preguntaba aquella comunidad de hebreos en luchando: ¿Qué hacer? San Pablo nos da la respuesta: Fe. Pudiéramos aun cuestionarnos, ¿Pero qué es la fe? ¿Qué significa tener fe? ¿Es acaso tener fe rendir el juicio; actuar sin entendimiento; hacer algo que es ilógico o irracional? ¿Acaso tener fe es ceder mi capacidad de pensar, consentir y asentir sin cuestionar? San Pablo nos da la clave: «la fe es poseer ya desde ahora lo que se espera» (Heb 11, 1). La fe es poseer desde ahora lo que todavía no es presente y es realización de todo aquello que esperamos.
Podemos ver aquí la conexión de la virtud de la esperanza con la de la fe. No es la esperanza una virtud pasiva, un esperar recostados,con los brazos cruzados, confiando en que nuestros buenos deseos serÔn suficientes. La fe, precisamente, hacer presente esa esperanza.
Tal vez Dios te haya bendecido con la posibilidad de estudiar una carrera, de ejercer una profesión o con el don para una habilidad técnica. Tomemos como ejemplo el estudiante de medicina que espera ser un buen medico, ayudar a sus semejantes y sanarlos: Así como ese estudiante hace actual esa esperanza por medio de su estudio, de sus desvelos y de las preguntas a sus maestros, de esa misma manera hacemos nosotros presente la esperanza del reino en nuestro día a día. El estudiante que diga «yo espero ser un gran medico» y no estudie, no realizarÔ su esperanza. El estudiante que diga «Yo quiero sanar, aportar a la sociedad» y no se desvele por ello o no ayude a los demÔs, no harÔ efectiva su esperanza. De igual modo, si nosotros esperamos ser la encarnación de la palabra de Dios en nuestra sociedad, si queremos vivir la revelación, el mensaje evangélico de Cristo en comunidad y no somos capaces de rezar, de estar cerca de los sacramentos, esa esperanza no se va a realizar. Si anhelamos esa patria celestial y deseamos ser felices y generosos pero no somos capaces de desviar nuestro camino para ayudar al pobre, al enfermo o al desvalido, entonces no realizaremos la esperanza.
«La fe es poseer ya desde ahora lo que se espera» (Heb 11, 1).
Son palabras poderosas las de San Pablo. Jesús nos dijo: «El reino de Dios ya estÔ aquí» (Lc 17, 21), ya llegó. El reino de Dios no es algo distante, lejano, que hubiéramos de experimentar llegada nuestra hora. El reino de Dios esta aquí para que tú y yo lo tomemos y vivamos con convencimiento y decisión. Pero debemos actuar. La oferta de Dios esta ahí y el Reino, al alcance de la mano. ¿Lo vamos a tomar? ¿Vamos a actuar? ¿Vamos a vivir nuestra convicción de seguir a Cristo hasta las ultimas consecuencias? ¿Hasta qué punto estÔs dispuesto a llegar en el camino hacia Cristo? Me pregunto, te pregunto, ¿Estamos dispuestos a ceder el tiempo necesario, la energía y el talento para servir a la Palabra de Dios? Nuestro corazón anhela la Patria Celestial y estÔ ahí para que nosotros, por gracia de Dios, la tomemos y la vivamos en nuestra vida.
Pidamos, pues, a la Virgen Marƭa, la Santa Madre de Dios, que nos enseƱe a vivir la virtud de la esperanza; a vivir esa virtud con la alegrƭa de saber que el reino ya estƔ aquƭ y de que la fe es vivir con nuestras obras y palabras el reino prometido. Santa Marƭa, esperanza nuestra, ruega por nosotros.

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